Cómo la clínica de género de Tavistock perdió el control

El nuevo libro de Hannah Barnes, Time to Think: The Inside Story of the Collapse of the Tavistock's Gender Service for Children, nos muestra devastadoras revelaciones: Se cree que menos del 2% de los niños en el Reino Unido tienen un trastorno del espectro autista, pero según los propios datos del Servicio de Desarrollo de Identidad de Género (GIDS), alrededor del 35 % de sus casos atendidos "presentan rasgos autistas de moderados a severos".

En 2000, la única auditoría clínica de pacientes jamás realizada por GIDS encontró que eran más del 25 % de los casos que habían pasado por la clínica, en comparación con el 0,67 % de incidencia en la población general. Los niños atendidos tenían 10 veces más probabilidades que el promedio nacional de tener un delincuente sexual registrado como padre, mientras que el 42 % había perdido a un padre por muerte o separación, y el 70% tenía más de cinco "características asociadas", como ansiedad, depresión, abuso, autolesiones, acoso escolar, trastornos alimentarios o intentos de suicidio.

Anna Hutchinson, una ex médica de GIDS que fue entrevistada para el libro, "temía que pudiera estar contribuyendo a un escándalo médico, donde un servicio del NHS no se detenía a pensar qué más podría estar pasando con tantos de estos niños vulnerables". Solo el 2,5% de los niños atendidos en la clínica no tenían problemas asociados.

Estos problemas deberían haber alertado a los médicos que estaban lidiando con algo más complicado que una identidad que necesitaba afirmación. ¿Quién observa a estos pacientes, quién recopila sus historias de vida y simplemente sigue adelante? ¿Quién mira sin ver?


TRADUCCIÓN DEL ARTÍCULO PUBLICADO EN THE TIMES MAGAZINE EL 12 DE FEBRERO DE 2023. Artículo original

Hadley Freeman entrevista a Hannah Barnes de la BBC, quien habló con docenas de ex empleados y pacientes de la clínica. Ha tenido que luchar duro para que su libro fuera publicado.

Foto de JonattenBorough - The Times Magazine

No fue fácil para Hannah Barnes publicar su libro. Como productora de investigaciones de Newsnight y periodista analítica y documental, está acostumbrada a cubrir historias complicadas y esta en particular, lo sabía mejor que la mayoría, era compleja. Ella estuvo cubriendo el Servicio de Desarrollo de Identidad de Género (GIDS en sus siglas inglesas), con sede en la clinica Tavistock and Portman NHS Foundation Trust en el norte de Londres; la única de su tipo para niños en Inglaterra y Gales, desde 2019 y decidió escribir un libro al respecto. “Quería escribir un registro definitivo de lo que sucedió porque tiene que haber uno”, me dice. No todos estuvieron de acuerdo. Pensó que ninguna de las grandes editoriales lo aceptaría.

El libro de Barnes: Time to Think: The Inside Story of the Collapse of the Tavistock's Gender Service for Children es un relato profundamente informado y escrupulosamente libre de prejuicios sobre el colapso de este servicio del NHS, basado en cientos de horas de entrevistas con antiguos médicos y pacientes. También es una visión asombrosa del fracaso: el fracaso del liderazgo, de la protección infantil y del NHS. Al describir la escala de posibles fallos médicos, los propios médicos hacen comparaciones con el dopaje de los atletas de Alemania Oriental en las décadas de 1960 y 1970 y el escándalo de Mid Staffs de la década de 2000, en el que murieron hasta 1200 pacientes debido a una mala atención. Otros expertos lo comparan al escándalo de abuso infantil de Rochdale, en el que la inacción de las personas llevó a que tantos niños fueran tan gravemente abandonados.

GIDS trata a niños y jóvenes que expresan confusión, o disforia, sobre su identidad de género, lo que significa que no creen que su sexo biológico refleje quiénes son. Desde que el NHS encargó el servicio a nivel nacional en 2009, ha tratado a miles de niños, ayudando a muchos de ellos a obtener acceso a agonistas de la hormona liberadora de gonadotropina, conocidos como "bloqueadores de la pubertad", formulados originalmente para tratar el cáncer de próstata o como castradores químicos para depredadores sexuales. También se utiliza para tratar la endometriosis y problemas de fertilidad. El servicio se cerrará esta primavera, luego de un informe provisional profundamente crítico en febrero de 2022 de la Dra. Hilary Cass, una pediatra muy respetada que fue contratada por NHS England para investigar el servicio. La Dr. Cass concluyó que “se necesita un modelo de servicio fundamentalmente diferente”.

GIDS debería ser una historia fácil de contar: muchas personas han estado tratando de levantar la liebre durante mucho tiempo, pero Anna Hutchinson, una psicóloga clínica que solía trabajar en el Centro Tavistock, le dijo a Barnes que a aquellos que hablaron se les apartaba de una manera u otra.

“Realmente no es normal que los profesionales de la salud mental hablen con los periodistas tan abiertamente como me hablaron a mí, y eso demuestra lo desesperados que estaban por sacar la historia”, dice Barnes. Los médicos lucharon por ser escuchados, al igual que Barnes luchó más tarde por sacar su libro; algunas personas prefieren la censura a la verdad si esta última entra en conflicto con su ideología. Y, sin embargo, las preocupaciones sobre el servicio habían estado a la vista durante años: en febrero de 2019, se filtró a The Sunday Times un informe de 54 páginas compilado por el Dr. David Bell, entonces psiquiatra consultor de la clínica y director de personal. El Dr. Bell dice en este informe que GIDS estaba brindando una atención "lamentablemente inadecuada" a sus pacientes y que su propio personal tenía "preocupaciones éticas" sobre algunas de las prácticas del servicio, como dar a los niños "altamente perturbados y angustiados" acceso a los bloqueadores de la pubertad. GIDS, concluyó, “no es apto para su propósito”. Muchas de las preocupaciones de Bell se expresaron 13 años antes en un informe de 2006 sobre GIDS realizado por el Dr. David Taylor, entonces director médico del Trust ( fundación ), quien describió los efectos a largo plazo de los bloqueadores de la pubertad como "no probados ni investigados".

“Las recomendaciones de Taylor fueron ignoradas ”, escribe Barnes y, en la década y media entre los informes de Taylor y Bell, GIDS recetó a más de 1000 niños bloqueadores de la pubertad, algunos de tan solo nueve años. Es imposible obtener una cifra precisa porque ni el servicio ni los endocrinólogos que prescriben los bloqueadores no quieren o pueden proporcionar esos datos a quienes se los han pedido, incluido Barnes. Una cifra que han dado es que entre 2014 y 2018, 302 niños de 14 años o menos fueron tratados con bloqueadores. En general, ahora se acepta que los bloqueadores de la pubertad afectan la densidad ósea y, potencialmente, el desarrollo cognitivo y sexual. “Todo estaba allí, todo. Pero las lecciones nunca se aprendieron”, dice Barnes.

Debido a que esta historia toca la identidad de género, uno de los temas más sensibles de nuestra era, ha sido difícil superar las batallas ideológicas para ver la verdad. 

 ¿Estaba el servicio ayudando a los niños a convertirse en su verdadero yo, como afirmaban sus defensores? ¿O estaba patologizando y medicalizando a los niños y adolescentes infelices, como otros alegaban?

Esto refleja las formas tensas y partidistas en que las personas ven la disforia de género: ¿es similar a ser gay y, por lo tanto, algo que se debe celebrar?; ¿O es una expresión de autodesprecio, como un trastorno alimentario, que requiere intervención terapéutica? Esto ha llevado a la confusión actual sobre si la prohibición planificada de la terapia de conversión debería incluir el género además de la sexualidad. "Terapia de conversión" obviamente suena terrible, y los políticos de todo el espectro, desde Crispin Blunt por la derecha hasta Nadia Whittome por la izquierda, han expresado en voz alta su apoyo a la inclusión del género en el proyecto de ley, lo que sugeriría que la terapia para la disforia de género es análogo a tratar de “curar” a alguien de la homosexualidad.

Pero muchos médicos argumentan que incluir el género criminalizaría potencialmente a los psicoterapeutas que exploran con sus pacientes el motivo de su confusión; después de todo, un médico no sólo no validaría el deseo de ser delgado de un bulímico, sino que trataría de encontrar la causa de su malestar interno y lo ayudaría a aprender a amar su cuerpo. Pero el conflicto en GIDS no es nuevo. El Dr. Taylor escribió en 2005 que el personal no se ponía de acuerdo sobre lo que estaban viendo en sus pacientes: "¿estaban tratando a niños angustiados porque eran trans", escribe Barnes en Time to Think, "o niños que se identificaron como trans porque estaban angustiados?

¿Cómo es posible que la única clínica del NHS del país para niños con disforia de género ni siquiera entendía bien lo que estaban haciendo y, sin embargo, siguió haciéndolo? Gracias a Barnes y su libro, ahora sabemos las respuestas a esas preguntas y muchas más.

GIDS fue fundado en 1989 por Domenico Di Ceglie, un psiquiatra infantil italiano. Su objetivo era crear un lugar donde los jóvenes pudieran hablar sobre su identidad de género con una "aceptación sin prejuicios". Los bloqueadores de la pubertad estaban disponibles para los jóvenes de 16 años que querían "pausar el tiempo" antes de comprometerse, o no, con la cirugía de cambio de género. (GIDS nunca ofreció esa cirugía, que es ilegal en Inglaterra para los menores de 17 años, pero remitió a los pacientes a la clínica de endocrinología, que proporcionó los bloqueadores. Los bloqueadores evitan que el cuerpo pase por la pubertad, lo que hace más fácil,de alguna manera, que una persona se someta más tarde a la cirugía). En 1994, el servicio se convirtió en parte de Tavistock and Portman NHS Trust.. A principios de la década de 2000, quienes trabajaban en GIDS notaron que ciertos grupos activistas de género, como Mermaids, que apoya a los niños y sus familias con "diversidad de género", ejercían una influencia "sorprendente" en GIDS, especialmente en lo que respecta a fomentar la prescripción de bloqueadores de la pubertad. Barnes escribe en su libro que Sue Evans, una enfermera que trabajaba en GIDS en ese momento, le preguntó a uno de los gerentes por qué GIDS no podía concentrarse simplemente en hablar de terapia y no administrar medicamentos que alteran el cuerpo. Según ella y otro médico, escribe Barnes, el gerente respondió: “Es porque tenemos este tratamiento aquí que la gente viene”.

Fue una clínica de identidad de género en los Países Bajos a finales de la década de 1990 la que tuvo la idea de dar bloqueadores a niños menores de 16 años y, al hacerlo, proporcionó a GIDS la justificación que necesitaba. La clínica holandesa dijo que los niños de 12 años podrían recibir bloqueadores si habían sufrido disforia de género a largo plazo, estaban psicológicamente estables y en un entorno de apoyo. Esto se conoce como el “protocolo holandés”. Grupos de presión y algunos especialistas en género alentaron a la clínica a hacer lo mismo.

La Dra. Polly Carmichael asumió el cargo de directora de GIDS en 2009 y, en 2011, el servicio realizó un "estudio de intervención temprana" para observar el efecto de los bloqueadores en los menores de 16 años, porque se sabía muy poco sobre su impacto en los niños. En lugar de esperar los resultados del estudio,GIDS eliminó todos los límites de edad para los bloqueadores en 2014, permitiendo que niños de nueve años accedieran a ellos. Al mismo tiempo, las derivaciones se disparaban, lo que significaba que los médicos tenían menos tiempo para evaluar a los pacientes antes de ayudarlos a acceder a los bloqueadores. En 2009 GIDS tenía 97 casos. Para 2020 había 2500, con otros 4600 en la lista de espera, y los médicos estaban desesperadamente sobrecargados. “A medida que los números que buscaban la ayuda de GIDS se dispararon alrededor de 2015, hubo una mayor presión para atenderlos rápidamente. En algunos casos, eso significó evaluaciones más cortas y menos exhaustivas. Algunos médicos han dicho que los presionaron para que derivaran a los niños a los bloqueadores porque liberaría espacio para ver a más niños en la lista de espera”, dice Barnes.

Los médicos veían cada vez más niños mentalmente enfermos, incluidos aquellos que no solo se identificaban como de un género diferente, sino también como de una nacionalidad y raza diferentes: "Por lo general, del este de Asia, japoneses, coreanos, ese tipo de cosas", dijo el Dr. Matt Bristow, ex GIDS. clínico. Pero esto fue visto por GIDS como irrelevante para sus problemas de identidad de género. También se ignoraron las historias pasadas de abuso sexual: "[Una niñal] que está siendo abusada por un hombre, creo que una pregunta que debe hacerse es si existe alguna relación entre identificarse como hombre y sentirse segura", dice Bristow. Pero, los médicos señalan, cualquier inquietud planteada con sus superiores siempre obtuvo la misma respuesta: que los niños deberían recibir bloqueadores a menos que dijeran específicamente que no los querían. Y pocos niños dijeron eso. Como le dijo un médico a Barnes: “Si un joven está angustiado y lo único que se le ofrece son bloqueadores de la pubertad, lo aceptará, porque ¿quién se iría sin nada?”.

Luego estaba la cantidad de niños autistas y atraídos por personas del mismo sexo que asistían a la clínica y decían que eran transgénero. Se cree que menos del 2 por ciento de los niños en el Reino Unido tienen un trastorno del espectro autista; en Gids, sin embargo, más de un tercio de sus referencias tenían rasgos autistas de moderados a severos. 

 “Algunos miembros del personal temían que pudieran estar medicando innecesariamente a niños autistas”, escribe Barnes.

Había temores similares sobre los niños homosexuales. Los médicos recuerdan múltiples casos de jóvenes que sufrieron acoso homofóbico en la escuela o en el hogar y luego se identificaron como trans. Según la clínica Anastassis Spiliadis, “muchas veces” una familia decía: “Gracias a Dios mi hijo es trans y no gay ni lesbiana”. Algunas niñas declararon: “Cuando escucho la palabra lesbiana, me estremezco”, y los niños hablaron con los médicos sobre su disgusto por sentirse atraídos por otros niños. Cuando GIDS preguntó a los adolescentes referidos al servicio en 2012 sobre su sexualidad, más del 90 por ciento de las niñas y el 80 por ciento de los niños dijeron que se sentían atraídos por personas del mismo sexo o eran bisexuales. Bristow llegó a creer que GIDS estaba realizando una "terapia de conversión para niños homosexuales" y corria una broma sombría en el equipo de que "no quedarían personas homosexuales al ritmo que iba GIDS". Cuando los médicos homosexuales como Bristow expresaron sus preocupaciones a los responsables de la clínica , se les dió a entender que no eran objetivos porque eran homosexuales y, por lo tanto, estaban "demasiado implicados”. (GIDS no acepta esta afirmación).

¿Qué pasa si convertirse en trans es, para algunas personas, una forma de dejar de ser gay? Si un chico se siente atraído por otros chicos pero se siente avergonzado por ello, entonces una posible forma de evitarlo es que se identifique como una chica y, por lo tanto, insista en que es heterosexual. Esta posibilidad complica el plan del gobierno, que cuenta con el apoyo de todos los partidos, de incluir el género junto con la sexualidad en el proyecto de ley para prohibir la terapia de conversión, si permitir que un joven cambie de género es, en sí mismo, a veces una forma de terapia de conversión.

Le pregunto a Barnes qué piensa y responde con su cautela característica: "Es bastante sorprendente que el NHS haya encargado a uno de los pediatras más experimentados del país que lleve a cabo lo que parece ser una revisión increíblemente exhaustiva de toda esta área de atención, y no espere hasta que ella haga esas recomendaciones finales antes de legislar”, dice, sopesando cada palabra. (La revisión final de la Dra. Hilary Cass está prevista para finales de este año).

La proporción de cómo afectaba a un sexo u otro también estaba cambiando en un grado notable. Cuando Di Ceglie abrió su clínica de género, la gran mayoría de sus pacientes eran niños con una edad promedio de 11 años, y muchos habían sufrido angustia de género durante años. Para 2019-20, las niñas superaban en número a los niños en GIDS por seis a uno en algunos grupos de edad, especialmente entre los 12 y los 14 años, y la mayoría no había sufrido disforia de género hasta después del inicio de la pubertad.

Algunos dijeron que esto se debía simplemente a que las adolescentes se sentían ahora más libres para hablar abiertamente sobre su disforia. Algunos médicos sospecharon que había otras razones. Las clínicas Anna Hutchinson y Melissa Midgen trabajaron en GIDS y, después de que se fueron, escribieron un artículo conjunto en 2020 citando una serie de otros factores potenciales: el aumento de la "cosificación" y la posterior "pornificación" de la niñez; miedo al sexo y la sexualidad; medios de comunicación social; el colapso de los servicios de salud mental para adolescentes, etc. “Es importante reconocer que las niñas y mujeres jóvenes han utilizado durante mucho tiempo sus cuerpos como formas de expresar miseria y autodesprecio”, escribieron Hutchinson y Midgen. Y, sin embargo, la respuesta de GIDS fue enviar a estas niñas a endocrinología para empezar tratamientos con bloqueadores de la pubertad.

Los médicos sabían que sus pacientes no se parecían en nada a los del protocolo holandés. Estos últimos habían sido evaluados intensamente, padecían disforia de género desde la infancia y estaban psicológicamente estables sin otros problemas de salud mental. “GIDS, según casi todos los médicos con los que he hablado, refería a personas menores de 16 años para bloqueadores de la pubertad que no cumplían con esas condiciones”, escribe Barnes. La mayoría de los niños de 11 a 15 años remitidos a la clínica entre 2010 y 2013 recibieron bloqueadores. Los médicos trataron de justificar esto diciendo que los bloqueadores solo les estaban dando tiempo a sus pacientes para pensar en lo que querían. Incluso podrían aliviar su angustia. Pero en 2016, el equipo de investigación de GIDS presentó los hallazgos iniciales de su estudio de intervención temprana, que analizó el efecto de recetar bloqueadores a menores de 16 años: aunque los niños dijeron que estaban "muy satisfechos" con su tratamiento, su salud mental y problemas relacionados con el género, la angustia se había mantenido igual o había empeorado. Todos ellos pasaron a las hormonas del sexo cruzado: testosterona sintética para las nacidas mujeres, estrógeno para los nacidos hombres. Lejos de darles tiempo para pensar, los bloqueadores parecían encaminarlos hacia la cirugía. A los médicos les preocupaba que el servicio hubiera abandonado las mejores prácticas del NHS. Le plantearon esto repetidamente a Carmichael y al equipo ejecutivo, pero nada cambió. En solo seis meses en 2018, 11 personas que trabajaban en GIDS se fueron por conflicto ético. Las personas que hablaron, como David Bell y Sonia Appleby, la líder de protección de niños de la fundación Tavistock, dicen que fueron intimidados o despedidos. Appleby ganó un caso en un tribunal laboral contra la fundación. Bell ha dicho que la clínica lo amenazó con medidas disciplinarias en relación con sus actividades como denunciante. Finalmente, decidió retirarse.

Todo lo que los denunciantes intentaron decir se ha confirmado. Una inspección de GIDS de la Comisión de Calidad de la Atención de 2020 calificó el servicio como "inadecuado" y señaló que algunas evaluaciones para los bloqueadores de la pubertad consistieron en solo "dos o tres sesiones" y que algunos miembros del personal "se sintieron incapaces de plantear inquietudes sin temor a represalias". Casi al mismo tiempo, la ex paciente de GIDS, Keira Bell, instigó una revisión judicial contra la clínica, argumentando que a los 16 años era demasiado joven para comprender las repercusiones de que le pusieran bloqueadores y que lamentaba amargamente su transición. El Tribunal Superior falló a su favor, los niños no pueden dar su consentimiento informado a los bloqueadores de la pubertad. Posteriormente, el Tribunal de Apelación revocó su veredicto con el argumento de que deberían ser los médicos y no del tribunal el que determine la competencia para dar su consentimiento, pero el daño ya estaba hecho: gracias al caso de Bell, ahora era de conocimiento público lo caótico que se había vuelto el servicio , incapaz de proporcionar ningún dato sobre, por ejemplo, cuántos niños con autismo habían sido recetados bloqueadores.

Entonces, ¿qué había sucedido realmente en GIDS? ¿Y por qué nadie lo detuvo? 

 El libro de Barnes sugiere múltiples factores creíbles. Grupos de activistas externos, como Mermaids y Gendered Intelligence, llegaron a ejercer una influencia indebida en el servicio y se quejaban si sentían que las cosas no se estaban haciendo a su manera. Por ejemplo, Gendered Intelligence se quejó aCarmichael, directora de GIDS, cuando un médico se atrevió a expresar públicamente la opinión de que no todos los niños con disforia de género crecerían para ser transgénero. En 2016, un experto en cirugía de reasignación de género advirtió a GIDS que poner bloqueadores de la pubertad a los niños dificultaba el someterles a una cirugía como adultos, porque su pene no se había desarrollado lo suficiente como para que los cirujanos construyeran genitales femeninos. En algunos casos, los cirujanos se vieron forzados a usar "segmentos del intestino" para crear una "neovagina". Pero los directivos de la fundación rechazaron las llamadas de sus médicos para poner esto en un folleto informativo para pacientes y familias. En el libro, se cita a Hutchinson diciendo: "Puede que me equivoque, pero creo que Polly [Carmichael] tenía miedo de escribir las cosas en caso de que cayeran en manos de Mermaids".

Susie Green era en ese momento la directora ejecutiva de Mermaids y había llevado a su hijo, que había estado tomando bloqueadores de la pubertad, a Tailandia para someterse a una cirugía de reasignación de sexo cuando cumplió 16 años. En una entrevista, que todavía está en YouTube, Green recuerda riendo las dificultades que tuvieron los cirujanos para construir una vagina a partir del pene prepúber de su hijo. Green dimitió de su puesto en Mermaids el año pasado.

Se sospecha que el dinero ha sido otro problema. Cuando GIDS pasó a formar parte de la fundación Tavistock, era un actor tan secundario que ni siquiera estaba en el edificio principal. Pero para 2020-21, los servicios de género ya representaban alrededor de una cuarta parte de los ingresos de la clínica. David Bell dice que esto permitió que la fundación se cegara . Los servicios de salud mental para niños y adolescentes del NHS (CAMHS) posiblemente sufrían una ceguera semejante. CAMHS estaban tan sobrecargados que parecía que estaban felices de descargar tantos niños como fuera posible en GIDS y luego ignorar lo que realmente estaba sucediendo allí.

“Es realmente sorprendente cuán pocas personas estaban dispuestas a cuestionar a GIDS. Como me dijo un médico, debido a que se trataba de género, había este "manto de misterio" a su alrededor. Hubo una sensación de 'Oh, se trata de género, por lo que no podemos hacer las mismas preguntas que haríamos de cualquier otra parte del NHS. Tales como: ¿es seguro? ¿Dónde está la evidencia? ¿Dónde están los datos? ¿Y estamos escuchando a las personas que plantean inquietudes? Estas son preguntas básicas que son vitales para brindar la mejor atención”, dice Barnes.

Y luego estaba la cultura exterior. Los fallos básicos de protección en GIDS parecen haberse acelerado a partir de 2014, al mismo tiempo que se iba generalizando reivindicaciones por los derechos de las personas transgénero. Stonewall,(la poderosa organización LGTBI que guía a organizaciones tanto gubernamentales como no gubernamentales en sus políticas sobre identidad de género), después de haber ayudado a asegurar el matrimonio igualitario, ahora había puesto su mirada en los derechos de las personas trans. Susie Green, de Mermaids, dió una charla en la que sugirió que llevar a su hijo adolescente a una operación de cambio de sexo era un modelo de crianza digno de admiración. Mientras tanto, las cadenas de televisión empezaban a dar visibilidad y normalizar la infancia trans. En 2014, CBBC (cadena infantil de la BBC) emitió un documental, I Am Leo, sobre una niña de 13 años que bloquea la pubertad y que se identifica como un niño, principalmente, al parecer, por su aversión a los vestidos y el cabello largo. En 2018, ITV mostró el drama de tres partes Butterfly, sobre un niño de 11 años cuyo deseo de ser niña se expresa como un deseo de usar vestidos y maquillaje. Susie Green fue la consultora principal del programa. La fundación Tavistock protegió a GIDS “porque lo vieron como una forma de demostrar que no éramos unos viejos cascarrabias conservadores; que estábamos a la vanguardia. El hecho de que la clínica Tavistock fuera brevemente, en la década de 1930, un lugar al que se traía a los hombres homosexuales para que los “curaran”, probablemente también jugó un papel en la adopción de la ideología de género por parte de la fundación, como si fuera una expiación por un mal pasado.

Según las sugerencias de la Dra. Cass, GIDS cerrará esta primavera y será reemplazado por centros regionales, donde los jóvenes serán atendidos por médicos con múltiples especialidades. La obsesión con el género y la consiguiente falta de curiosidad intelectual en GIDS sobre los factores que podrían contribuir a la angustia de una persona y al sentido de su identidad, con suerte, desaparecerán.

Por un lado, parece increíble que haya ocurrido semejante desastre. ¿Cómo un servicio del NHS medicalizó a tantos jóvenes autistas y atraídos por personas del mismo sexo, adolescentes y niños infelices que simplemente se sentían incómodos con los estereotipos masculinos o femeninos, con tan poco conocimiento de las causas de su angustia o los efectos delos tratamientos que se les ofrecían? ¿Y cómo Carmichael, todavía directora de GIDS, no sufrió repercusiones, mientras que aquellos que intentaron levantar la liebre dicen que fueron intimidados en su trabajo? Por otro lado, es un milagro que la información ya esté disponible. Durante demasiado tiempo, demasiadas personas han hecho la vista gorda ante los problemas que surgen de la ideología de género, incluida la atención médica para los niños con disforia de género, porque se han centrado en tratar de estar en el lado correcto de la historia, negándose a mirar los evidentes errores.

Barnes sabe que algunos se enfadarán con ella por haber escrito el libro. Pero también sabe que tenía que escribirlo: “Existe la idea de que el tipo de tratamiento que reciben los jóvenes en GIDS (intervenciones físicas) es un tratamiento seguro para todos los niños con problemas de género”, dice. “Pero incluso entre los médicos que trabajan en primera línea de este problema, no hay consenso sobre la mejor manera de atender a estos niños. Debe haber un debate sobre esto, y debe salir del ámbito sanitario y llegar a la sociedad, porque no se trata solo de personas trans, es más grande que eso. Se trata de niños”.▇


 

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